Soy la última cabina telefónica. Abandonada a mi suerte, al inexorable destino y al deterioro infinito, soy ya un inútil cadáver de metal, agonizante y desvencijado que como una sombra del pasado se muestra invisible para los hiperconectados transeúntes.
Mi dura y fría carcasa de metal muestra ahora las heridas del pasado, la vandálica impronta de vidas anónimas y del cruel paso del tiempo. Como yo, cada una de mis hermanas encierra una historia oxidada y un sinfín de palabras y recuerdos.
En otro tiempo imprescindible, servicial y necesaria, testigo de la vida social, de vuestra conversación, de los secretos de los días y de las noches, mi efímera existencia se acerca ahora a su fin.*
Sentenciada y desahuciada, ya cuento los minutos para mi inminente final. Soy la última de mi especie, de mi anacrónico linaje, quizá la última en ser arrancada de las entrañas del asfalto para pasar a formar parte de la memoria y los recuerdos.